Por J.A. Pérez
Diariamente, muchos habitantes de este gran país, nos quejamos de la situación económica que nos afecta . El alto precio de la canasta familiar, el combustible, las utilidades, entre otras cosas, son temas que se debaten a diario en nuestra sociedad, ya sea de manera formal o informal, en la calle o en la televisión y radio. Todos de alguna manera u otra, somos afectados por esta crisis y para poder sobrellevarla un poco, concentramos nuestros esfuerzos en buscar un culpable, arrojando toda la culpa o la mayoría de esta, a los políticos. Y no es para menos, estas personas han colaborado plenamente en el deterioro económico del país, el cual hacen en nuestras propias narices. Campañas políticas millonarias y riquezas adquiridas con el sudor del pueblo, son ejemplos claros que afirman la deshonestidad y abuso de parte de la clase dominante.
Pero, yo pienso que hay algo que debería preocuparnos más, algo que es más peligroso para la economía nacional e internacional. Algo que la mayoría de las personas ignoran y lo pasan a un segundo plano, porque no creen que los afecte tanto. Estoy hablando del Consumismo y sus mejores amigos, los medios de comunicación comerciales, siendo estos los principales autores de la propagación de dicho mal.
El consumismo puede referirse tanto a la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios considerados no esenciales, como al sistema político y económico que promueve la adquisición competitiva de riqueza como signo de estatus y prestigio dentro de un grupo social. (Wikipedia. Consumismo. http://es.wikipedia.org/wiki/Consumismo: Consultado, 2011/06/25).
En otras palabras, estoy hablando de lujos, cosas no que no son necesarias. Por ejemplo, ese
teléfono móvil que salió hace dos días y ya lo queremos, porque creemos que necesitamos. Pero ¿cómo nos damos cuenta de que ese móvil está disponible? Los medios de información. Estos, que muchas veces hacen lo opuesto a lo que su nombre indica.
La televisión transmite una propaganda hipnótica para tratar de persuadir a los tele-videntes, con el fin de que crean que necesitan algo, cuando la realidad es ajena a esto. Esto lleva a la compra de cosas que no son necesarias, pero que nos sentimos obligados a comprar porque así lo creemos, muchas veces para aparentar algo que no somos o no tenemos, para impresionar a los que son igual de ignorantes que nosotros o más.
Gastamos nuestros pocos recursos, comprando cosas que no necesitamos para generar o proteger una imagen que no se acomoda a nuestra realidad y luego nos quejamos que no hay dinero para comprar lo que verdaderamente necesitamos. ¿Por qué si sabemos que no podemos cruzar por una puerta, intentamos hacerlo, aunque después nos quedemos atrapados?
Otro ejemplo es la vestimenta. Los jóvenes de hoy, quieren vestir como las figuras artificiales que ven en una pantalla. A esto le llaman moda. Moda en este caso, es vestir de una manera porque alguien así quiere y para poder encajar en un mundo donde la apariencia lo es todo. ¿Dónde diablos quedó el individualismo de las personas? ¿Por qué en vez de tratar de hacer lo que realmente queremos, tenemos que esperar que alguien decida eso por nosotros? ¿Realmente queremos ser libres?
Nos dejamos esclavizar por la apariencia. Nos importa más como nos vemos, que como realmente somos. Sustituimos nuestras ideas y creencias, por lo que la sociedad de consumo nos impone.
La idea errónea, de que el mejor es el que más tiene, se nos presentan de todas las formas imaginables. Renunciemos a aceptarla. Las personas no se miden por lo que tienen, sino por lo que están dispuesto a ofrecer para que los otros también tengan lo que necesitan.
Es hora de darnos cuenta que nos controlan con mentiras. Escapemos de esta falsedad, decidamos ser libres.